Paseaba por la estación de trenes, deportivas
rotas, pantalones rotos, un jersey algunas tallas más grandes de lo que le
correspondían. A simple vista tampoco parecía una chica muy diferente al resto. Sin embargo algo bizarro le inundaba el rostro por completo mucho más allá de
su mirada fija y difusa… El ceño fruncido, pero los labios relajados, serios,
sin más expresión que la de la extrañeza y el odio ardiendo tras los lagrimares. No obstante, supongo que hasta aquí nada se sale de la norma, hay mucha más gente que pasea con el rostro de la
desilusión y el odio bañado en un estanque de miedos que no saben de grises
cada día, tan solo hay que levantar la mirada más allá de nuestros zapatos
cualquier día en el metro.
Pero no te lo creas, ella era diferente, se
sentía diferente, ella no iba a ninguna parte. Estaba allí, en medio de una de
las estaciones de tren más céntricas de la capital, parada, pero paseaba como si
la prisa le estuviese abrasando las plantas de los pies, nadie lo entendería
jamás, pero tampoco les culpaba, ella no lo comprendía, solo sabía que era una
parada de larga estancia.
Se sienta, busca en su reproductor algo que silencie
esa chirriante voz de renfe que le recuerda que es capaz de odiar, de detestar
a todo el mundo como lo estaba haciendo entonces. Tan solo cesar el taladro de
culpabilidad que la encoje el corazón y no la deja respirar... Algo que le taponase los oídos de todos ellos, buscaba algo que no la sugestionase para estar feliz, quería sentir la ponzoña de algo que no alcanzaba a comprender, no quería dejarlo pasar y olvidarlo en la silenciosa montaña de estiércol que iba ocupando cada vez más y más espacio en su mente... nada pues de
los Beatles, ni de jazz; nada de Edith Piaf… No lo aguanta más, necesita algo
que le permita nadar en su odio, una voz endiablada que desprenda ese miedo disfrazado
de seguridad con el que ahora mismo se sentía desencajada en un mundo de
ciegos, quiere encerrarse en la misma habitación que ese cantante de rap, quiere tirar la llave sabiendo que no hay más copia y ni hablar de la vuelta atrás. Es una de esas tendencias
suicidas que nos queman la piel cuando necesitamos decirle al mundo que todo
esto es su culpa. Y sabes que no… Así funciona, tú te odias, y le echas la
culpa al de al lado, son el resto quienes pasean felices e ingenuos y piensas… “¿Cómo
puedes sonreír? No sabes nada, no entiendes nada”
"- ¿No ha dormido bien el señorito?
- Iros a la mierda"
Mas ella sabe que no es cierto, sabe que ha caído en su propia trampa,
ya no le interesa mirar más a los viandantes, no hay nada más que le puedan
aportar, al menos por hoy. Hoy necesita clavarse las uñas en la piel e ir
rasgando tira a tira la dermis, con la rabia con la que patalea quien se está
ahogando en el fondo y no llega jamás a la superficie de la rectangular piscina… Quién es capaz de pensar con claridad cuando siente que la hipóxia le está asesinando
y no conforme con ello, cesa el nadar
hacia la superficie, hoy no va a intentar salir a flote. PLAY y rodeada de los
apurados pasajeros elije que suene una de esas asfixiantes canciones de Placebo, acorde para esta muerte agria y se pone a escribir. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me odio tanto? ¿Por qué hoy? ¿Por
qué ahora? ¿Dónde quedaron todas mis teorías? ¿Por qué esta desilusión por
vivir? ¿Qué diablos voy a hacer con mi vida? ¿Y todo lo que tengo que hacer…?
Serás irresponsable y niñata… ¿Qué haces en esta estación de inútiles columnas
de introspección? ¿Qué buscas aquí? ¿Por qué si quieres estar sola vienes a un
lugar lleno de gente? Mientras le implora a su cuaderno que le responda al
menos a una pregunta.
Pero aún había mucho más tras tanto esmalte color
carmín… Había algo a lo que ella no alcanzaba, las ganas de llorar la inundan cada milímetro de cada uno de sus pensamientos y la frustración la estaba
apuñalando tan fuerte y con tanta rabia que siquiera sabía que era ella quien
sujetaba el mango de la daga. Demasiado estancamiento, como siempre.
Localizando siempre el problema y nunca resolviéndolo.
Las manos en la cabeza. No lo aguanta más... “no
lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo… Soy el antagonista de mi propia historia,
soy otro renglón torcido en este cuento para niños. Nada está al derecho y
vuelve la cuadratura del círculo. Es todo en especial y nada en concreto...",
sabiendo que la última parte de esa frase es totalmente mentira… Pero no
busca, solo se queja y se odia. “¿Dónde está el problema? Busca”, se dice…
Supongo que no es tan complicado, ¿No? Está bastante claro, tratas de contar una historia de amor con
cristales rotos rasgándote desde el interior la piel… Siempre inmersa en la teoría, pero un día
te cansas y no quieres continuar, y tienes ganas de gritar al mundo que le
jodan. Necesitas salirte de tu propia vida y hablar de ella.
Supongo que eso es lo que hace en una
estación de trenes una chica sin destino concreto, con los vaqueros manchados
de una vida inconformista en el peor de los sentidos. Y para colmo, ahí vuelve esa
vocecita recordándote que tienes que elegir un destino. ¿No lo comprendes
vocecita irritante? Aquí está mi sitio, en el medio de ninguna parte. No
pertenezco a ningún lugar y soy parte de todo a la par. ¿Cómo demonios quieres
equilibrarte si el odio corrompe la tierra de todo lugar en el que tratas de
echar raíces?
Baja al baño, se mira al espejo y apenas
reconoce su esencia tras tanta oscuridad. Fija sus ojos en la quebrada mirada de la extraña chica que la observa tras el cristal mientras se pregunta dónde quedó ser la sonrisa de la que
se extraña el resto de pasajeros… Pero al momento vuelve a desquebrajar una mueca al son de un soliloquio que sabe a requiem "¿A quién pretendes engañar? Tú nunca fuiste
feliz... Y qué pretendes… ¿Una apología sobre la felicidad? Hoy no es ese día.
Hoy es el día de sumergirme en la mediocridad de quien no es capaz de vivir, de
quien no sabe." Y de pronto, como si el ying se hubiese iluminado tras las ruinas que marcó el yang empieza a clarificar…
– ¿Con quién demonios discutes?
– Contigo, idiota.
– Somos una, ¿sabes?
– Se
– Y me odias.
– Y tú a mí.
– ¿Y qué?
– Sigue pensando que ‘Y qué’..
– Ya.
Esquizofrenia decían y de pronto sonríe... La
chica ya lo ha terminado de entender. Ya respira… Ha estado muy cerca, más
cerca que ninguna vez de no llegar a la superficie o tal vez debería decir de
no abrazar la profundidad de este fondo tras las llamas, de esta bocanada que le
pinta de nuevo una sonrisa en los labios y se acuerda de los ojos de ese metal
que refleja su esencia, el cielo de fuego con el que arden sus latidos, porque al fin cobraba sentido: "Me odio por odiarme". Circular. “Empecemos por aceptar que me odio, y ya
pasaremos a aprender a no odiarme.”