martes, 8 de enero de 2013

Noches reversibles

Y así caminaban... Ella, cabizbaja se quejaba y desdeñaba todos sus sueños, como quien se despoja del caramelo que nunca le quitaron cuando era niño. Y rompía en pedazos puzleantes las esperanzas de sus versos, las memorias de mil y un proyectos...

- Escucha, -le dice, mientras roza con sus yemas el brazo de ella, frenando su paso caótico y desorbitado - dame un beso - clavando su mirada y su sonrisa, impaciente por ver el resultado de la locura, en sus ojos abatidos.
- ¿¡Qué!?
- Sí, ya me has oído, dame un beso.
- ¿Cómo que te de un beso? - le repite mientras se ríe, apartando la sonrisa, sabiendo a su mirada iluminada.
- Verás, aún es pronto y pasaremos la noche entera tu desaliento y mi torpeza en un bucle de caza y huida, de pizca y salida, hasta que silbe el sol, anunciando el fin de mi tregua; Yo no habré sido capaz de rasgar tu hundimiento y tú no me besarás cuando te acompañe a casa. Mientras que si me besas ahora, me creerás a la primera cuando te afirme convencido que lo lograrás, y tendremos toda la noche para fingir que nunca he rozado tus labios, que la noche fue casualidad y tu tristeza, el susurro de un recuerdo sin ser, ni qué ver. Y cuando juegues con las llaves del portal, me mirarás cómplice de este recuerdo, exigiendo que ahora lo justo es que te bese él... Y no sé tú, pero yo, puestos a labrar recuerdos, no me gustaría perderme esa mirada.

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