"He vivido muchas cosas, y creo que ahora sé lo que se necesita para ser feliz. Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil a otras personas con las que resulta fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que las ayuden. Quizá un trabajo que sea de algún provecho y luego descansar, la naturaleza, libros, música, el amor al prójimo... Esa es mi idea de la felicidad. Y para culminar todo lo anterior, que usted fuera mía y que tuviéramos hijos tal vez. Qué más puede desear el corazón de un hombre"
Voy a mezclar flashes con alcohol, restos de sal y altas dosis de ficción.
Tengo la fe, tengo la intuición, tengo el viejo trono de un rey y ahora sólo soy bufón.
Y un espejo roto en la pared descompone en mil pedazos la piel donde escondí todo aquel calor...
Y la actriz sabe bien lo que hacer, se desnuda y entiende quién fue, hoy la puta se viste ...
Y voy a pensar... que todo va bien, todo va bien, todo va bien, que el veneno es la luz y la sombra mi caché.
Y aun así la farsa huele a miel, mezclo el néctar con el aguijón que huye de ti y no se enhebró, ya he conseguido el papel.
Y la actriz se lo vuelve a creer, se desnuda y entiende quién fue, hoy la puta se viste de rey ...
Y la actriz hace bien su papel, hoy la puta se viste de rey, hoy la puta se viste de rey, y nadie le cree, nadie se lo cree, y nadie le cree, nadie se lo cree, y nadie le cree, nadie se lo cree, y nadie le cree, nadie se lo cree ...
Creatividad, digo, de crecer, de expresar, de leer y extraer. De pensar, de querer, de soñar y llorar. De vencer, de labrar, de hacerte saber. De brotar, por tener un qué hacer. De pintar, del querer y poder. De rabiar, por matar, del rasgar de temer, del saber si callar. Pero sobretodo, crear, por saber qué es amar, sin saber qué es creer.
Y así caminaban... Ella, cabizbaja se quejaba y desdeñaba todos sus sueños, como quien se despoja del caramelo que nunca le quitaron cuando era niño. Y rompía en pedazos puzleantes las esperanzas de sus versos, las memorias de mil y un proyectos...
- Escucha, -le dice, mientras roza con sus yemas el brazo de ella, frenando su paso caótico y desorbitado - dame un beso - clavando su mirada y su sonrisa, impaciente por ver el resultado de la locura, en sus ojos abatidos.
- ¿¡Qué!?
- Sí, ya me has oído, dame un beso.
- ¿Cómo que te de un beso? - le repite mientras se ríe, apartando la sonrisa, sabiendo a su mirada iluminada.
- Verás, aún es pronto y pasaremos la noche entera tu desaliento y mi torpeza en un bucle de caza y huida, de pizca y salida, hasta que silbe el sol, anunciando el fin de mi tregua; Yo no habré sido capaz de rasgar tu hundimiento y tú no me besarás cuando te acompañe a casa. Mientras que si me besas ahora, me creerás a la primera cuando te afirme convencido que lo lograrás, y tendremos toda la noche para fingir que nunca he rozado tus labios, que la noche fue casualidad y tu tristeza, el susurro de un recuerdo sin ser, ni qué ver. Y cuando juegues con las llaves del portal, me mirarás cómplice de este recuerdo, exigiendo que ahora lo justo es que te bese él... Y no sé tú, pero yo, puestos a labrar recuerdos, no me gustaría perderme esa mirada.
Dices que los cuervos beben de tus lágrimas. Que los campos, se ahogan en pantanos. Sientes que los dientes rasgan tus entrañas, envenenan tu ánima y tus sueños son abandonados. Mas tus láminas, tus brillos, mis rayas, tus lirios, mis sábanas, tus fríos, mis líos... Me susurran al oído que tan sólo eras un niño.
Amo tu verde ennegrecido, tus labios cortados, tu orgullo rendido y tus ojos atados. Adoro tu odio florido, tus vicios calados, tus malos amigos y tu cruel desengaño. Anhelo tu verso borroso, tu tono vencido, tus rasgos de niño y tus miedos leídos. Y pienso en algo que odio, y busco en ti... ¡Qué caótico! Pero hasta me seducen tus hienas y tus fueras de escena. Me prendan tus grietas, tus tretas y tus frases a medias.
Vi bailar mis sílabas en luz de luna, en niebla de almíbar. Soñé sus alas, más temí su fuga bañada en ámbar. Y así rasgué mil cielos. Así, corté mis dedos por no quemar mis miedos, sus risas, tus juegos... Y así trencé mis láminas, así, ganó el dinero. Abandoné mis cávilas, así, maté al tintero.
Marta es atractiva, responsable y elegante, sale los viernes al barrio, como cualquier estudiante. Es popular entre los chicos de su facultad, dicen que esconde un misterio difícil de descifrar. Su hermosura es tan pura que casi quita el aliento, tan madura y niña al mismo tiempo, sus momentos de felicidad los pasa en soledad, leyendo, escribiendo poesías y andando por la ciudad.
Luis es profesor, cincuentón y resultón, divorciado de una esposa atada a una televisión, cansado de discutir, de fingir, cambió de vida, salió en busca de sí mismo, intento casi suicida. Pasa el día en el claustro hasta quedar exhausto, a veces quisiera dejarlo todo, sin dejar rastro.
Marta acude a sus clases, sabe que él es distinto, escucha las opiniones que expone y siente a su instinto diciendo que se enamore y a su cabeza que ignore esa extraña sensación. Es que ya no lo puede evitar, vive su amor en silencio, pero quiere actuar, y habla con él cada tarde que se lo encuentra en el bar.
Su pasión danza en secreto, cómplices de cada instante, disimulando en público, ese es su único diamante, y antes de que éste sol se ponga y las calles duerman, escapan a otra velada de amor eterna. Se conocieron, sin pensar las consecuencias, no opusieron resistencia a lo que deparó el destino, pero, cuando el amor existe y está prohibido, el amor es triste porque es clandestino.
Clandestinos, cuando el amor está oculto, es injusto resistir la represalia y el insulto, clandestinos, y cuando el grito es silencio, y en el silencio para hacer camino hay que pagar un precio, clandestinos, si el corazón arde y es indomable, la verdad siempre buscara un culpable.