Mis buscadores y tesoros,
mis cuatro ángeles
dispares y disparados;
alocadamente hambrientos.
Hambrientos de aire y fuego,
de sangre y agua salada;
sedientos de ánimas que alimentar,
que coser y con las que jugar.
Ellos, mis buscadores de tesoros,
sus propios comandantes y tripulación.
Navegan fieros, sonrientes y tuertos;
soplan las velas de mis días,
creándo juntos un universo de ámbar y complicidad.
A vosotros,
amigos y hermanos
- sangre propia, desde siempre;
nueva, cada luna llena -,
que ya sois parte de mi alma y mis recuerdos
para siempre.
A vosotros,
que ya soy parte de esta goma desgastada
que llevamos todos por zapatos.
A ellos,
valientes y atemorizados malabaristas.
Todos para uno y uno para todos,
sangre de mi sangre,
sueño de nuestro presente.
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