sábado, 24 de enero de 2015

Lux aeterna


Mis buscadores y tesoros,
mis cuatro ángeles
dispares y disparados;
alocadamente hambrientos.

Hambrientos de aire y fuego,
de sangre y agua salada;
sedientos de ánimas que alimentar,
que coser y con las que jugar.

Ellos, mis buscadores de tesoros,
sus propios comandantes y tripulación.
Navegan fieros, sonrientes y tuertos;
soplan las velas de mis días,
creándo juntos un universo de ámbar y complicidad.

A vosotros, 
amigos y hermanos
 - sangre propia, desde siempre;
nueva, cada luna llena -,
que ya sois parte de mi alma y mis recuerdos
para siempre.
A vosotros,
que ya soy parte de esta goma desgastada
que llevamos todos por zapatos.

A ellos, 
valientes y atemorizados malabaristas.
Todos para uno y uno para todos,
sangre de mi sangre, 
sueño de nuestro presente.


jueves, 22 de enero de 2015

Mi dosis terapéutica

Aún le siento.
Aún lo siento
entre mis manos,
la boda de un ruiseñor
riendo mis bailes y caídas,
las nuestras.

Juro sobre mi corazón
que he visto la belleza desangrarse
en centenares de paisajes, pero
esos ojos.
Brillaban sonrisas a punto de explotar
lágrimas pasajeras de sus mejillas
por ver a un pájaro volar.

Me alimento a diario de nostalgia,
mi dosis de veneno que
día a gota,
verso a entraña,
rosales que como imágenes
congeladas de un ayer,
agarro y que no dejen de crecer
por mi carne.

A ver si me desangro yo también.

Y ya no sé si por costumbre o convencida,
clavo mis uñas en la herida
antes de dormir, que supure
después de ducharme.
En general: mientras finjo vivir.
No vaya a ser que le sobreviva yo a él.

Por ello me mato a sabiendas,
entre risas enlatadas y
el eco de nuestras manos enlazadas.
Sonriéndonos.


Mi dosis terapéutica,
he olvidado si algún día aprendí
cómo vivir sabiéndote a ti vivo
y lejos de mi.


Diagnóstico de situación

He despojado mis actos de certezas, sin darme cuenta. Como un funambulista torpe y desentrenado he invertido tantas canciones en admirar la caída, que a día de hoy me cuesta recordar cómo montar en bicicleta sin tambalearme. Ahora, todos los espejos me llaman fracasada egoísta. Y yo me río, porque estoy viva. Y luego me cago en la puta.

La atracción hacia el vacío,
el vértigo de las noches inútiles.
Duermo el hambre de sueños
bajo la almohada y dejo que las rutinarias y efímeras luces
paseen por las calles y
mi cuerpo - a veces -.

Me apaga la mirada el segundero
y solo me mantengo en pie por ellas,
mis ajadas violetas sintientes.