Suenan las luces a media voz.
Una nena que pone sus primeras bolas de navidad,
el calor de un hogar dispar.
Huele a Singapur y viene Roma que le canta;
Japón sonríe bajo el calor del té entre sus manos.
Sicilia baila con cientos de llamas que susurran desde su cabello;
de sus manos la sierra nieva la comida
con cuentos de sueño y esperanzas.
Australia ofrece galletas a Berlin
que se sorprende de al fin recibir.
Suele a café hirviendo y noodles intantaneos,
el paso de los minutos en una botella de leche
cambia de parecer cuando siente que Belgica
ha dejado de creer en la magia.
Su ausencia.
Y así cada día.
Oscuridad. Una puerta.
Y la cocina que de pronto se llena de caricias al viento
y los colores corren por las rendijas de las puertas.
Mundos que conviven,
luces fugaces entre lunas de humo.
Y no hablaré del eco. Pues no lo sentirás si caminas entre las hojas de esta selva. Hay sonidos que se apagan y no podemos retroceder. Ten por seguro, que ninguna risa sonará como sus alas, mas los cantos de otras vidas aun pueden acariciar las paredes de este sueño.
Nuevos llantos y buenas nuevas están ya en camino. Se aproximan los días y la niebla que cubría nuestras danzas se está despejando. Desaparecen con ella los troncos de la chimenea mientras alguien desconecta los altavoces del adaptador. Nuevas huellas marcarán está pintura de colores secos, nuevos llantos y buenas nuevas están ya en camino.
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