Cucurucu
y susurra un sueño inventado,
un dibujo que anhela pertenecer.
Puede que en un cielo mayor
compartan celda sus caricias.
Y así, un rayo de pertenencia acunaba
una unión de soledades.
Lija y terciopelo,
las farolas ya cuentan cómo
el fugaz maullido de un insecto
llenaba sus calles de olor a café y sol.
Ya avisaban los prólogos previus mortem
el sabor a melodía incompleta,
a funambulistas ebrios;
bailes de salón en el filo
de un compás rayado en cuadrículas.
Así, estructurados de cuatro en cuatro,
a dos frases por latido,
sangra el minutero de las preguntas
en blanco.
Cucurucu
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