viernes, 12 de octubre de 2012

Iglús

Esconderse, desaparecer, ocultarse, refugiarse, guarnecerse, agazaparse, esfumarse.... Huir. Es curioso cómo cada vez que la vida se vuelve huracanada y los vientos no amainan busco un lugar seguro... Irónicamente seguro, puesto que pocas cosas hay más insanas y peligrosas que encerrarte dentro de ti mismo, cerrar las puertas de tu cerebro de acero y volverse opaco. Cerrar los ojos a cualquier estímulo, bueno, malo, da igual. No compensa desmontar tu esquema helado exponiéndote a sufrir tan solo porque alguien dijo que está mal esquivar la realidad.  

¿Qué hay de malo en dejarse llevar un poco por la lúgubre introspección? Abandonar tu cuerpo a la suerte de la reflexión de tu mente, aunque sea solo por un tiempo... Hay veces que simplemente se necesita. Necesito encarcelarme, sentir el acogedor hedor a asfixia que solo se huele como consecuencia de un estancamiento de proyectos, problemas, fracasos, dilemas y unas ganas encadenadas de vivir, tan presas, que te paralizan los músculos, impidiéndote deshacer el nudo de reflexiones devanadas. Si lo entiendes, por qué al mundo le extraña que me urja bucear por mis adentros, sola. 

No obstante, no soy ciega, ni ajena al frío que inunda mis huesos. No vivo indiferente al cierre de las fronteras de mi mente, entiendo que el bloqueo me deja fuera de mil y una experiencias que ya no viviré, de cientos de estímulos que no incentivarán mi potencial. Se que deben existir mejores modos de resolver el rompecabezas, incluso se podría llegar a mantener bajo la piel la acogedora calidez de llevar tu vida en paralelo, pero es el único modo que concibo como útil, al menos para mi, al menos por ahora.

Mas no me juzgues y siente cada vez que tus labios defendieron dejarse guiar por la piel, toda la saliva que empleaste en cada intento de convencer al mundo para que se rindiese al torbellino de emociones que recorre las venas, sin dar más importancia al raciocinio.  Yo por mi parte, siempre me he posicionado en la otra vertiente, en la de pensar y después dejar que el sentimiento se apodere de mi cuerpo. Sin embargo,  haré una excepción, pues el sentimiento, de que en el fondo tornarse iglú por un tiempo es lo correcto, es tan fuerte que ni el dique de intelecto más grueso del mundo podría frenarlo. 

Ahora, déjame... sola, impar, pura, helada, hermética, ajena, déjame ser iglú. Al fín y al cabo todos lo sois mucho más que yo el resto del tiempo, en posición defensiva, protegidos bajo todo ese hielo, custodiando el portón de hierro, vigilando que nadie os altere vuestro modo de ver el mundo... Será por miedo... será por cobardía... Ahora no importa, quiero este momento.



Nadie escucha nunca a los que dicen querer estar solos.
La voluntad de soledad sólo puede ser una pulsión patológica

Cierra los ojos... Escucha. ¿Puedes oír el eco?



Solos, cerrados por dentro y fuera están los otros. Vasijas de cables, escudos de antenas, perdidos en la nieve, iglús sin primavera... Protégeme del tiempo, protégeme del riesgo, iglús sin primavera, iglús sin primavera... Tu fe nuclear salvó tantas vidas, elige a quien atacas ciudadano del mundo, escucha a dios en el metro, cuidad vuestros alimentos, vigila las puertas de tu cerebro de acero... Protégeme del cuerpo, potégeme del tiempo, iglús sin primavera... iglús sin primavera... Protégeme del mundo, Protégeme del riesgo, iglús sin primavera, iglús sin primavera... Y esperamos conectados la explosión definitiva, la que apague las pantallas, la que apague nuestras vidas.

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