domingo, 12 de noviembre de 2017

La vida de los poetas

"Yo no hablo de crepúsculos ni damas recortadas en el horizonte, sino de comidas y luego de ataúdes y ataúdes y ataúdes y ataúdes..."


Mejor la vida



Plutôt la vie que ces prismes sans épaisseur même si les couleurs son plus pures
Plutôt que cette heure toujours couverte que ces terribles voitures de flammes froides
Que ces pierres blettes
Plutôt ce coeur à cran d'arrêt
Que cette mare aux murmures
Et que cette étoffe blanche qui chante à la fois dans l'air et dans la terre
Que cette bénédiction nuptiale qui joint mon front à celui de la vanité totale
Plutôt la vie

Plutôt la vie avec ses draps conjuratoires
Ses cicatrices d'évasions
Plutôt la vie plutôt cette rosace sur ma tombe
La vie de la présence rien que de la présence
Où une voix dit Es-tu là où une autre répond Es-tu là
Je n'y suis guère hélas
Et pourtant quand nous ferions le jeu de ce que nous faisons mourir
Plutôt la vie

Plutôt la vie plutôt la vie Enfance vénérable
Le ruban qui part d'un fakir
Ressemble à la glissière du monde
Le soleil a beau n'être qu'une épave
Pour peu que le corps de la femme lui ressemble
Tu songes en contemplant la trajectoire tout du long
Ou seulement en fermant les yeux sur l'orage adorable qui a nom ta main
Plutôt la vie

Plutôt la vie avec ses salons d'attente
Lorsqu'on sait qu'on ne sera jamais introduit
Plutôt la vie que ces établissements thermaux
Où le service est fait par des colliers
Plutôt la vie défavorable et longue
Quand les livres se refermeraient ici sur des rayons moins doux
Et quand là-bas il ferait mieux que meilleur il ferait libre oui
Plutôt la vie

Plutôt la vie comme fond de dédain
A cette tête suffisamment belle
Comme l'antidote de cette perfection qu'elle appelle et qu'elle craint
La vie le fard de Dieu
La vie comme un passeport vierge
Une petite ville comme Pont-à-Mousson
Et comme tout s'est déjà dit
Plutôt la vie.
- André Bretón

Prácticamente cualquier cosa.

Que se calle todo, para que tú puedas oir mi canto desesperado.
Déjame pausarte y mirarte, pues no conozco otro modo de entenderte.
Peco de bucear en los hechos, anudados a conciencia,
pero hoy ficción de la mala se hace dueña de la realidad.
Claramente es un sueño.

Camiseta blanca, de manga larga. Yo nunca duermo bien con manga larga, pero a él no le molesta. Sin embargo le molestan otras cosas, como sentirse atrapado por prácticamente cualquier cosa, como las sábanas envolviéndole por completo; suele sacar ambos brazos – de ahí la manga larga – y una sola pierna.

Silencio, se está empezando a despertar. Abre un ojo tranquilo y una vez boca arriba se despegan perezosos sus labios y lento, como si fuera a durar para siempre se desplaza su perilla dejando ver sus dientes justo antes de que su voz entrecortada rompa el silencio: - ¿Dónde vas amor? Recuerda que hoy tenemos que encontrar aquel tesoro. 

Séptimo día

Pero si había dormido, ¿ de qué naturaleza - no podemos dejar de preguntar - son los sueños como ése? ¿Son medidas reparadoras, letargos en que los recuerdos más dolorosos, los hechos capaces de invalidar la vida para siempre, son rozados por una ala oscura que les alisa la aspereza y los dora, por feos y mezquinos que sean, con un resplandor, una incandescencia? ¿Es preciso que el dedo de la muerte se pose sobre el tumulto de vida de vez en cuando para que no nos haga pedazos? ¿Estamos conformados de tal manera que diariamente necesitamos minúsculas dosis de muerte para ejercer el oficio de vivir? Y entonces, ¿qué raros poderes son ésos que penetran nuestros más secretos caminos y cambian nuestros bienes más preciosos a despecho de nuestra voluntad?
- Orlando, Virginia Wolf

Vuelvo con los pies desnudos de intenciones, con la contradicción, sin embargo, de estar buscándome. Vengo sin palabras, pues he ido descreyendo las ideas que me sustentaban para dejarlas libres o alejarlas de mí. También fui negligente. Ahora miro, en este saco saco de hiel y humo y las encuentro famélicas, esbozando la nada.

No es la primera vez, yo siempre vuelvo. Aunque para ser honesta, nunca abandono del todo los lugares, las personas... He aquí la paradoja de mi mala memoria explícita y la amalgama de fantasmas que habitan mi piel. Nunca olvido del todo. Pero qué otra opción me queda, dime: cómo se olvida sin la mentira como empaquetador; qué otro modo de olvidar hay que no implica descreer la verdad y mancharla para que brille menos.
Seamos francos, entre el dolor y la anestesia, me quedo con la segunda porque el primero es por definición desgarrador e inconsolable. Sin embargo la segunda siempre me pareció una perra traicionera y embustera; he visto quienes nunca se libraron de su telaraña de hielo y miel.


Parece que aún no hemos entendido nada sobre la vida, nada sobre estructuras y consolidaciones, nada sobre el individuo.

Volver a volver, volver a volver, volver a volver, volver a volver, volver a volver.... Volver a volver.


La tinta llama a la tinta, el beso al sexo y la muerte a la escritura.
Y por esto estoy aquí, por los amores inevitables: las hojas enamoradas del suelo, mis llaves del primer bolsillo que pase por delante, el tiempo enamorado del olvido y los cristales rotos de mi pecho.
Todo lo contrario a los amores imposibles, ya sabes, el de los patines enamorados de la arena; el de un sujetador y las manos de un hombre nervioso; el silencio y los espejos; los secretos y la voz; el final enamorado del inicio.

Asíque sí, vuelvo; aunque no vuelvo justo donde me quedé en aquellas escaleras de Leeds, escuchando a Gabo Ferro, escribiendo e-mails a tientas, con un cigarro y una humeante taza de té.
No se pueden desandar los senderos, esto nos salva y nos condena. Las cadenas del tiempo no entienden de causas, o más bien, parecen haberlo entendido todo al revés; cuando lo quieres detener se escapa y cuando deseas que desaparezca se agranda como las sombras con las últimas luces. Ahí es cuando se despiertan los fantasmas que más miedo dan y con sus amigos juegan con las partes de mi cuerpo, pero esta vez no hay calor tras mi espalda, no hay suelo bajo mis pies y ni siquiera  las esquinas me consuelan.

Y aquí mi siguiente paradoja: solo esta hélice aliada de mi enemigo el tiempo me acompaña y calma. Al fin y al cabo, nunca tendré que atravesar los segundos más dolorosos de nuevo, serán diferentes; los habrá peores y menos duros; pero nunca serán los mismos. Así, continuando su incansable giro, impide que nadie arrebate nada, las caricias fueron entregadas, las construcciones creadas pensando juntos, los senderos y puentes ya unieron nuestros mapas.

Vuelvo pues a esta ausencia de mí.
Y así me despido,
sostenida boca abajo
en el lado izquierdo de esta hélice,
tan solo prácticamente simétrica;
tres bucles en alguna dirección,
tres bucles menos
que dolerse.