Comienzas un proyecto para disminuir la presión de cabina, tratas de que salgan todos los fragmentos rotos y los que vivifican al resto, aun incandescentes. Arriba, debajo, en montones de emociones ideadas en mi desorden más característico. Sin embargo un día, silencio.
Solo queda el murmullo interminable de una televisión de fondo, noticias deportivas; El ordenador resopla cansado sin llegar jamás a terminar de soltar todo el aire; Quedan algunos pájaros que se dan las buenas noches y un avión que va rompiendo las nubes al ritmo de un tenue gorgoteo, su castigo por rasgarlas... Mis dedos incansables picotean el teclado, para volverse a parar.
Sin embargo, salvo este complejo de paloma encerrada con Skinner, ¿Qué hay de mi en esta cadena permanente de palabras bailando por mi mente? Silencio.
Supongo que silencio es aquello que queda cuando no sabes qué pensar. ¿En qué ocupar tu cabeza? Te defiendes, culpas, te exculpas, reestructuras, luchas, para qué... Comienzas a planear, trocear minutos que se fueron, correr hacia los que vendrán...
Cuando realmente no sabes qué pensar. Aquí no culpas, no hay odio, no luchas, no te mueves... En definitiva, qué pensar cuando no piensas.
Supongo que silencio. El tiempo ya estará para pensar.
Y entonces, llega la cobardía. Déjame ser paloma, déjame picar esta tecla hasta que aparezca mi comedero, dejarme llevar por 5 minutos más mi humanidad al acantilado donde mueren las esencias. Aunque no quiero.
¿Sabes?, creo que en esto consiste la vida, un cúmulo de buenas intenciones enfrentadas en el silencio, por no matarse las unas a las otras.
Luego estás tú.
Luego estás tú.
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