miércoles, 12 de marzo de 2014

A fuego lento

Puso un pie en el parqué. Tan frío como siempre, tal vez algo más. Entre susurros pesados y la confusión de un grito punzante se gira y apoya el otro pie. Las luces de un día nublado ya le avisan de que ella no estaba allí. Se levanta y la mira. Su cuerpo parecía dormir, difuso, como el día. El pelo que siempre se recogía para lavarse la cara antes de dormir, ahora soñaba con su dueña en el mismo enredo a medio deshacer, a medio formar...
Los ojos no se humedecían, siquiera un gesto de tristeza en su ceño... Quedaba a penas el nudo en el estómago y la presión en el pecho. Pero hoy, no estaría con ella. Todo sería más soportable si la dejaba dormir.

           - Francamente, hoy no será ese día.

Y como un rayo - igual de fugaz - una sonrisa para el amanecer de otro día más. Él siempre estaba allí cada mañana. Creo que son esas pequeñas certezas las que nos reconfortan, no importa cuán poco persona te sientas, a media tarde bajará el sol, habrá un anochecer, saldrá la luna o sonreirá su cara oculta. Pero después de todo, mañana amanecerá de nuevo. Sin duda este amanecer, no. Este amanecer no volverá, pero sé que habrá nuevos rayos atravesando otras nubes. Sé que harán cálida mi piel, velando fotografías viejas, acomodando suave a mis nuevas leyes de caliza, a los arañazos más frescos de experiencia; al brillo verdoso de unos ojos azul marino, a las grietas húmedas entre mis labios secos.

Y todo lo demás, la sustancia, el relleno. Esa es la sorpresa, una milésima, cada paso vibrará mezclando un sinfín de idas y venidas, cortesía de mi perpetua marea personal. A fuego lento... Ráfagas de aire caprichosas, que juegan, flotan y levantan esta falda entre risas, llantos sin rosas al final; carreras al ras de los últimos rayos, los últimos parpadeos... las luces de los minutos que ya no están, que ya se han ido.


Ahora

1 comentario:

  1. Cerca de este parqué en el que la marea se mece a fuego lento empezaste a olvidarme.

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