Las pupilas fijas sobre el trozo de papel que marcaba la meta. La imagen era difusa y casi incómoda. No podía imaginar como desenredar aquella perturbante pulsión: Rojo agresividad, azul melancolía y amarillo como culmen: sal y vinagre sobre la yaga. Jugaban a bailar acariciándose los unos con los otros, se miraban mitad comprensión, mitad a matar, a besar, mitad agrios, a escocer.
Lucha implacable, colisión ingrávida en un momento de detenimiento en el nadar entre el metal fundido, materia prima de "aquel muelle" inflexible. Allí estaba ella, pupilas fijas, comprensión insípida de aquella imagen tan vulgar. Hoy no había rastros de humedad excesiva sobre su esclerótica, tampoco se adivinaban heridas por una sequedad anormal. Sin embargo, el brillo metamorfoseaba en extrañeza y desasosiego bajo un ceño sutilmente fruncido, tras unos parpados que ligeramente entornados parecían proteger a su dueño de la luz no presente. Sus labios al son, se tornaban cementados en un sello que no adivinaba de razones ni contraseñas bajo un estado de quietud.
- El mayor sufrimiento del ser humano radica en intentar comprender el por qué del cómo se comporta otro ser humano - dijo él adivinando la posterior mella sobre su tez - "Déjalo" - Pareció decir en silencio con una de esas medias sonrisas que explotan en ternura por toda la habitación. Un parpadeo suave al tiempo.
Mirada fija en cómo la de ella se relajaba sorprendida ante aquella, hasta el momento desconocida, materia colorida, algo menos densa que el vapor de agua flotando cariñosa por la estancia... No había luz alguna, la noche seguía cernida como un velo sobre su cuerpo desnudo aún tembloroso, mas su cemento... su cemento comenzaba a quebrarse ante la calidez de aquella conversación, dejando resbalar por todos sus poros las tímidas gotas de un hiel que parece irse deshaciendo en silencio.
Su habitación, su mirada al techo, aquel
Heartbeats de José González acariciando su piel despacio: desde la planta de los pies, las notas van subiendo por la parte externa de sus muslos y alternando calma y deseo, cambia el dorso; Sus labios fáciles llenan su cintura de las risas de dos niños que en la misma bañera juegan a tirarse agua a los ojos, confundiendo ya sus lágrimas risueñas con las salpicaduras; continúa dulce sobre su pecho y se acomoda entorno a sus clavículas hasta asegurar la sanación de aquel trozo de piel. De pronto juguetón, el sonido corretea hacia abajo, para desviarse a la izquierda, adivinando el precipicio de su piel hacia el colchón... frena su alocado paso de puntillas haciendo locos círculos hacia su espalda con los brazos. Sonríe, y corretea de nuevo. Juega con la frontera entre el abismo y su piel, rodea un hombro y se cuela entre su cuello y la almohada, para terminar volviendo entre sus pechos al vacío del lado izquierdo de su cuerpo, formando un infinito circular.
Su fragancia continúa, esta vez en oscuros pasadizos a 3 ejes entre su pelo. Y ella... Bueno, ella se deja sentir mientras no despega aquella mirada indescifrable del blanco nuclear del techo de su habitación. Pupilas fijas sobre el trozo de papel que marcaba la meta.
Por ahora, mas lejos de "ysilandia".