Nos pasamos la vida esperando. ¿Esperando a qué? Esperando a ser mayores, esperando a terminar los estudios, esperando a la jubilación, esperando a independizarnos, esperando al verano, esperando al fin de semana, incluso esperando a tener un momento de tranquilidad. No nos damos cuenta que el momento es ahora. Si no nos hacemos conscientes de que no hay más momento que justo este minuto, justo este segundo, seguiremos esperando... ¿Esperando para qué? Esperando para decir te quiero, esperando para dar un beso, esperando para tumbarnos en el césped, esperando para ver esa peli, para leer esos libros, esperando para llamar a esa persona, esperando para empezar hacer realidad nuestros sueños... Y nos sumergiremos en los minutos más eternos... esperando a empezar a vivir.
Personalmente llevo toda mi vida esperando, hasta hoy. Hoy me he parado a escuchar como el agua golpeaba el cristal de mi habitación y he sentido envidia. Envidia de todas las plantas que vivifica el agua, del suelo que se masajea con el caer de las gotas mientras la corriente se lleva la suciedad; envidia de los pájaros que, refugiados en sus nidos, huelen la humedad mientras observan desde lo alto el rebotar de las lágrimas del cielo contra el suelo. De pronto sentí ganas de salir de mi refugio para notar el resbalar de las gotas por mi piel y desplomarme en el suelo si lo necesito, dejar que la corriente que desciende por la colina, serena y arrolladora a la par, me empape completamente y me limpie, acariciándome como lo hace con la arena y me torne hialina de a poquitos, hasta que me encuentre imperturbable y experimente que tras vaciarme, mis ojos se han inundado de quietud y firmeza. Entonces y solo entonces, encontraré la fuerza para levantar la mirada, advirtiendo que la lluvia ha cesado puesto que no ya no es necesaria. Que las plantas se han regado, las aceras se han limpiado y mientras, la tierra bajo mi mejilla y yo, nos hemos hecho una y hemos sentido la intensidad con la que late la vida.
Hoy es el día en el que me derrumbaré abatida y estoica para después levantarme, para poner orden a este Kaos de indecisión y deberes por hacer. Hoy es el día en el que dejaremos de agobiamos al ver cómo el tiempo se derrama continuamente, poco a poco, gota a gota.
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