Intenté llegar a tí. Juro que intenté llegar a tí, intenté llegar a ti como quien trata de llegar a la cima de la montaña más alta, pero no llegar a ti como quien llega y toca la cima. Necesitaba llegar de veras, sentir que había llegado y que tú lo sabías también y así, consciente de mi llegada, me revelases por qué habías crecido tanto, por qué te hiciste montaña y tan alto decidiste huir... alejándote tantísimo de mi.
Sinembargo, me lo pusiste dificil. Cuando pasa día tras día, hora tras hora y minuto tras minuto, lento , muy lento, los segundos agonizantes se ahogan en meses y meses que no pasan, pero que a la par carecen de la cortesía de cesar, como si no les importase verme acorralada, asfixiada por un continuo nadar a contracorriente, un continuo atropello de las olas golpeándome en la cara con tanta fuerza que me arrollan y caigo una y otra vez a la arena. Pero me levanto, y otra vez tú, me vuelves a empujar al suelo, pero me levanto, me vences, me levanto, me apartas, me levanto, me derribas, me aplastas y pisoteas, pero me levanto. Cuando las rodillas se ensangrientan gracias a aquello que antes simulabala caricias de la arena con tu piel y ahora solo rasga la dermis, más fuerte que el viento más fiero y con mas saña que la de la saga de un cuchillo enfurecido. Cuando sientes que ya no puedes seguir tratando de llegar, cuando sientes que la indiferencia de la montaña a tus intentos de escalar te ha derrotado, que siquiera has logrado atravesar el foso de oleaje y no puedes más. Tú ganas, me rindo. Dejo que el oleaje me devuelva a la orilla, lejos, mientras tú, impasible y psicópata, me miras fracasar con ojos de piedra; yo, devastada, humillada, rota, envuelta en lágrimas y susurrando, con el hilo de voz de quien ha vivido demasiado en poco tiempo, una súplica de perdón por no saber luchar más tiempo y te miro atónita, viendote convertir en estatua de sal, insensible y rara y te da igual.
Pero no importa, puede que debiere ser así, no te importa. Supongo y se que ya tienes quien te haga compañía. No te entiendo. Es cierto que pasan, van y vienen, pero yo he dado tanto, que no entiendo cómo pude apostar tan mal de pensar que tú no pasarías y te irías. Te imaginaba siempre a mi lado y yo al tuyo, uña y carne, carne y hueso, punto y coma. Supongo que como bien te dije una vez, hay que aprender a vivir sola, ahora me toca ami, no permitir que tu ausencia me haga infeliz, aunque lo hace y lo sabes. Pero decidiste ser impasible, fría y lejana. Ahora quedan los recuerdos, y son realmente buenos, has sido y siempre serás, mi cicatriz favorita. Eras mi medio yo, lo sabias todo de mi y nunca habría imaginado poder decir, como ahora digo, que alguien que me conoce mejor puesto que ahora me parece que no me conoces lo más mínimo, de lo contrario, no comprendo por qué te hiciste montaña y huíste de mi. Y lo peor, que yo ya no se quien es la estatua de sal que me mira con ojos gélidos y expresión de porcelana. Y aún peor que lo peor será que esos ojos inconmovibles siquiera se darán cuenta de que lloro, sufro y sangro por su indiferencia porque miran a otro lado y lloran, sufren y sangran por otros ojos que no la miran a ella. Aunque ya no lo se.
Las cicatrices tienen la virtud de demostrarnos que el pasado ha existido.
Los recuerdos no se eligen, se tienen... porque los recuerdos son engramas como cicatrices en la cabeza... tu eres mi cicatriz favorita.
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