Es humano, o eso creo. Es humano sentir de vez en cuando que la máquina no funciona, que todo está desordenado. Ves subir la presión de cabina y el espacio se inunda de agua... Cada vez queda menos y menos espacio y ya no sabes para dónde tirar. Supongo que de vez en cuando, es humano que las paredes se estrechen y que el propio viento no te deje respirar. Y si es humano, déjalo ser, aveces no es malo sentirnos atrapados. Necesitamos aprender a desenterrarnos, aprender cómo de a poquitos logramos rascar la arena con las yemas de los dedos agrandando nuestro habitáculo hasta advertir que es lo suficientemente grande para moverte y sentir, sentir otra vez que el viento no te ahoga, te acaricia la piel mientras cierras los ojos y dejas que los sonidos de las cosas más simples te inunden la imaginación de fantasías y nuevas ilusiones.
Es humano, y es maravilloso. Aunque desgraciadamente la mayoría de la gente no se da cuenta de que es increíble y un privilegio el hecho de tener la posibilidad de hundirnos en el más asqueroso, asfixiante, austero y solitario de los fangos, para poder crecer, para poder aprender cómo escalar montañas inremontables. Y aunque no siempre resulta fácil, y con todo y ello se podría considerar más peligroso que dificil, el sentimiento que logras alcanzar al finalizar la ascensión estoy segura de que debe asemejarse mucho al que siente un escalador al lograr su primer 8.000.
Por suerte o por desgracia yo aún no he llegado ni a los 1.000.
Por suerte o por desgracia yo aún no he llegado ni a los 1.000.
De pronto al mirar alrededor tenemos algo que nos indica que podemos resurgir. |