jueves, 22 de octubre de 2015

Tierra

Un otoño que despereza al segundo y vuelve a nacer.

Cientos son ya las letras forjadas para ser negadas. Y sin embargo, ahí estoy yo... intentando descifrar cómo sin planos de obra, ni esfuerzos extremos, he vuelto a deshojar mis cuadernos y recomendaciones y he vuelto a soñar.

Sigiloso pero visible, te acercas y me hablas de las sombras y su belleza; de las caídas que se confunden con esperanza de nuevas flores que germinan y te mienten. Miras al frente y me pregunto si es cierto que "la presa siempre está sola, aunque corra en compañía". Y así las puertas de un cálido refugio me acogieron siendo aún invierno. Contemplaron el húmedo frio en mis huesos y su música les dio un motivo. Como agua cálida recorrió mis pesadillas, sin tratar de curarlas; delicado, como un relojero, detuvo sutil mis engranajes invitándoles a respirar, a contemplar el otoño, a cuestionarnos culpable y culpados, .

Dicen que es dificil la salida y ya es muy tarde. Nos hicimos intrusos de un momento que, ciegos de tempestad, quedaron bailando pasadas las doce y un enjambre de luces y bosques lo entendieron mucho antes que nuestros cuerpos.

Y tú sin darte cuenta caminas, medio metro por delante, haciendo bailar a los charcos con cascadas que suaves se deslizan por tus talones, perturbando el tedio de aquel mar sin luna. Rápidamente. De vuelta en tierra y te giras. Levanto la vista y solo puedo negarme más mis alas y quedarme aquí, agarrando los segundos que callan tus ojos, intentando descifrarte.  



Inerte

Siento en mi oído el aliento de todo un ejercito caído en batalla. Siento cómo mi expresión se torna costra de corcho que va cegándome. Ya no vibro visceral, siquiera mis penas. Y a la par, un infierno de segundos acuchillan mi pecho en un continuo murmullo. Las penas sí, los fracasos, esos a los que desechamos, aquellos a los que no cuidamos, las decisiones que ya nunca podrás cambiar; esas siempre pesan. Olvidamos en contrapartida las razones, los triunfos, el amor, olvidamos incluso a las ideas, sin dejar de apelar a ninguno de ellos.

06:01am.
06:11am
06:21am.

Como si fueran de plomo sus huesos y un potente imán su colchón, enterrada en lo onírico de la condensación bajo sus sábanas. Hoy también había pasado la noche chirriando los dientes, lo notaba en su mandíbula, la tensión obligaba a la lengua a mantener el orden entre los dientes. Era como si su propia dentina le fuese ajena, o algo así.

- Otra vez. - dijo casi para sí. Sus ojos impasibles desde que planta el primer pie en el suelo, siempre parecían mucho más definitivos y derrotados antes de salir de la cama. - Sobra espacio ahí fuera.  Falta vida aquí dentro. 06:31 - Vamos.

Marta abre el cuaderno y escribe una frase: "La luna devuelve las almas a sus inquilinos, tan solo por un rato". Hacía meses que aquella joven de cabello avellana paseaba por parques y callejones dejando láminas dibujadas por la ciudad, hacía unos días, había comenzado a escribir frases. Primero palabras entre sus dibujos o matizándolos en un margen, después palabras y frases desnudas, huérfanas de pistas trazadas.

Sentados a la mesa Ivis coge el pan juguetona, y divertida parte un trozo para su madre Maria, que a la pronta edad de 19 años tuvo a la pequeña hacía ya cinco. Jaime, con aquella nota aún en el bolsillo, la mira y no puede evitar que la sombra de un ayer, expectante de este perfecto presente, le invada de pena. Un vórtice de hierros y espino separaban a todos los miembros de aquella mesa. Dentro de cada uno, una imagen que borrosa corrompe la ilusión de dos ayeres. Definitivamente la luna devuelve las almas a los seres sin miedo a recordar, mas un alma cubierta de cera que no pueden rasgar. La luna les otorga el cristal del que un día fueron sus desdichas e ilusiones, la pólvora estática de un atardecer que se sostiene en lo imperecedero de lo inerte.

Y si tan inerte... se pregunta Marta, por qué estamos todos enfermos de la misma muerte.