martes, 22 de septiembre de 2015

Todos callados

Ella vino, mitad cosida de miedos, maniaca entre espantos; mitad sutura de vida que grácil saluda y
conversa con gatos y panteras; por bosques, qué se yo... Tal vez por sobrias aceras. Ella trajo consigo mil aves pintadas, sedientas de trueque, vuelo por lienzo; roedores alados que chocan y pican el frío del que su cárcel brota.

Llegó a pie, cargada con cinco océanos a su espalda, callados. Y así, homicida y cansada, volvió a casa, confesó su hazaña.

Ceños y puños,
todos iguales.
Ropas y máscaras;
pelo liso, dientes rectos...
Todos iguales.

Voces monótonas al unísono, todos, querían su sangre. Gritaron desgarrados a Urano, y arrebatándole la hoz a Gea desbridaron, una a una, todas sus ideas.

Bañada en bronce y desnuda para siempre, cuentan los ciervos que aun reina entre los vivos, coronada por las águilas, la inocencia embarrada de su intento de hojalata. Alza el báculo la piedra y de espiga  torna los corazones envidiosos, de aleatoria libertad a mareas y bosques, desordena sus ramas y para ellos forma laberintos para nada, y para siempre, callada.