Yo era, yo querría, ella vestía... Siempre las mismas escusas. Amelie y paseos por praga de una sola noche me llenan los bolsillos de colores y una vida curiosa. Pero me empeño en girar la cabeza y retorcerme el cuello; el cuello, las mangas, los párpados y los dedos; los dedos, la lengua, tus versos y los gritos. Sobretodo los gritos. Sigo mirando, aunque ya solo por si acaso.
Creyéndole destructor de los últimos rayos, llegaron tempestades aún más tristes, despedidas sin trámite que secaron de sangre todos mis amaneceres. Y aún guardo el vértigo, vértigo viejo y vértigo nuevo; vértigos que aún no he inventado. Los tengo todos. Y menos mal, porque puedo. Aún puedo perderte; puedo perderle, perderla y perderlo todo; perdernos y perderos, puedo perderles. Aún puedo perderme y continuar.