Sentir ese calor bajo una dermis de hielo y sudor... Saborear el último hilo de aire inspirado. De forma sencilla te rodea el cuello, acariciándolo con la urgencia de una flor que se contonea por la inquietante brisa de junio. Y te besa, susurra a la comisura de tus labios suave, muy suave... "Hazlo, deja que salga".
¿Y tú...? Bueno, tú le miras sonriente. A sabiendas de la suerte que ya puedes ver tras su espalda. Filtrada por las hojas, escapándose de esta cárcel encerada.