lunes, 25 de febrero de 2013

Dijo Judas: "Solo necesito un trozo de cuerda"

Paseaba por la estación de trenes, deportivas rotas, pantalones rotos, un jersey algunas tallas más grandes de lo que le correspondían. A simple vista tampoco parecía una chica muy diferente al resto. Sin embargo algo bizarro le inundaba el rostro por completo mucho más allá de su mirada fija y difusa… El ceño fruncido, pero los labios relajados, serios, sin más expresión que la de la extrañeza y el odio ardiendo tras los lagrimares. No obstante, supongo que hasta aquí nada se sale de la norma, hay mucha más gente que pasea con el rostro de la desilusión y el odio bañado en un estanque de miedos que no saben de grises cada día, tan solo hay que levantar la mirada más allá de nuestros zapatos cualquier día en el metro.
Pero no te lo creas, ella era diferente, se sentía diferente, ella no iba a ninguna parte. Estaba allí, en medio de una de las estaciones de tren más céntricas de la capital, parada, pero paseaba como si la prisa le estuviese abrasando las plantas de los pies, nadie lo entendería jamás, pero tampoco les culpaba, ella no lo comprendía, solo sabía que era una parada de larga estancia. 

Se sienta, busca en su reproductor algo que silencie esa chirriante voz de renfe que le recuerda que es capaz de odiar, de detestar a todo el mundo como lo estaba haciendo entonces. Tan solo cesar el taladro de culpabilidad que la encoje el corazón y no la deja respirar... Algo que le taponase los oídos de todos ellos, buscaba algo que no la sugestionase para estar feliz, quería sentir la ponzoña de algo que no alcanzaba a comprender, no quería dejarlo pasar y olvidarlo en la silenciosa montaña de estiércol que iba ocupando cada vez más y más espacio en su mente... nada pues de los Beatles, ni de jazz; nada de Edith Piaf… No lo aguanta más, necesita algo que le permita nadar en su odio, una voz endiablada que desprenda ese miedo disfrazado de seguridad con el que ahora mismo se sentía desencajada en un mundo de ciegos, quiere encerrarse en la misma habitación que ese cantante de rap, quiere tirar la llave sabiendo que no hay más copia y ni hablar de la vuelta atrás. Es una de esas tendencias suicidas que nos queman la piel cuando necesitamos decirle al mundo que todo esto es su culpa. Y sabes que no… Así funciona, tú te odias, y le echas la culpa al de al lado, son el resto quienes pasean felices e ingenuos y piensas… “¿Cómo puedes sonreír? No sabes nada, no entiendes nada”

"- ¿No ha dormido bien el señorito?
- Iros a la mierda"

Mas ella sabe que no es cierto, sabe que ha caído en su propia trampa, ya no le interesa mirar más a los viandantes, no hay nada más que le puedan aportar, al menos por hoy. Hoy necesita clavarse las uñas en la piel e ir rasgando tira a tira la dermis, con la rabia con la que patalea quien se está ahogando en el fondo y no llega jamás a la superficie de la rectangular piscina… Quién es capaz de pensar con claridad cuando siente que la hipóxia le está asesinando y no conforme con ello, cesa el  nadar hacia la superficie, hoy no va a intentar salir a flote. PLAY y rodeada de los apurados pasajeros elije que suene una de esas asfixiantes canciones de Placebo, acorde para esta muerte agria y se pone a escribir. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me odio tanto? ¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora? ¿Dónde quedaron todas mis teorías? ¿Por qué esta desilusión por vivir? ¿Qué diablos voy a hacer con mi vida? ¿Y todo lo que tengo que hacer…? Serás irresponsable y niñata… ¿Qué haces en esta estación de inútiles columnas de introspección? ¿Qué buscas aquí? ¿Por qué si quieres estar sola vienes a un lugar lleno de gente? Mientras le implora a su cuaderno que le responda al menos a una pregunta.

Pero aún había mucho más tras tanto esmalte color carmín… Había algo a lo que ella no alcanzaba, las ganas de llorar la inundan cada milímetro de cada uno de sus pensamientos y la frustración la estaba apuñalando tan fuerte y con tanta rabia que siquiera sabía que era ella quien sujetaba el mango de la daga. Demasiado estancamiento, como siempre. Localizando siempre el problema y nunca resolviéndolo.
Las manos en la cabeza. No lo aguanta más... “no lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo… Soy el antagonista de mi propia historia, soy otro renglón torcido en este cuento para niños. Nada está al derecho y vuelve la cuadratura del círculo. Es todo en especial y nada en concreto...", sabiendo que la última parte de esa frase es totalmente mentira… Pero no busca, solo se queja y se odia. “¿Dónde está el problema? Busca”, se dice… Supongo que no es tan complicado, ¿No? Está bastante claro, tratas de contar una historia de amor con cristales rotos rasgándote desde el interior la piel… Siempre inmersa en la teoría, pero un día te cansas y no quieres continuar, y tienes ganas de gritar al mundo que le jodan. Necesitas salirte de tu propia vida y hablar de ella.

Supongo que eso es lo que hace en una estación de trenes una chica sin destino concreto, con los vaqueros manchados de una vida inconformista en el peor de los sentidos. Y para colmo, ahí vuelve esa vocecita recordándote que tienes que elegir un destino. ¿No lo comprendes vocecita irritante? Aquí está mi sitio, en el medio de ninguna parte. No pertenezco a ningún lugar y soy parte de todo a la par. ¿Cómo demonios quieres equilibrarte si el odio corrompe la tierra de todo lugar en el que tratas de echar raíces?
Baja al baño, se mira al espejo y apenas reconoce su esencia tras tanta oscuridad. Fija sus ojos en la quebrada mirada de la extraña chica que la observa tras el cristal mientras se pregunta dónde quedó ser la sonrisa de la que se extraña el resto de pasajeros… Pero al momento vuelve a desquebrajar una mueca al son de un soliloquio que sabe a requiem "¿A quién pretendes engañar? Tú nunca fuiste feliz... Y qué pretendes… ¿Una apología sobre la felicidad? Hoy no es ese día. Hoy es el día de sumergirme en la mediocridad de quien no es capaz de vivir, de quien no sabe." Y de pronto, como si el ying se hubiese iluminado tras las ruinas que marcó el yang empieza a clarificar… 
– ¿Con quién demonios discutes? 
– Contigo, idiota.
– Somos una, ¿sabes?
– Se
– Y me odias.
– Y tú a mí.
– ¿Y qué?
– Sigue pensando que ‘Y qué’..
– Ya.

Esquizofrenia decían y de pronto sonríe... La chica ya lo ha terminado de entender. Ya respira… Ha estado muy cerca, más cerca que ninguna vez de no llegar a la superficie o tal vez debería decir de no abrazar la profundidad de este fondo tras las llamas, de esta bocanada que le pinta de nuevo una sonrisa en los labios y se acuerda de los ojos de ese metal que refleja su esencia, el cielo de fuego con el que arden sus latidos, porque al fin cobraba sentido: "Me odio por odiarme". Circular. “Empecemos por aceptar que me odio, y ya pasaremos a aprender a no odiarme.”

miércoles, 13 de febrero de 2013

Escribir

- ¿Por qué empezaste a escribir?
- Quién sabe por qué empieza uno a escribir... Supongo que un día se siente ese irrefrenable deseo que abrasa tus venas,dejando que se apodere de ti la imperante necesidad de coger papel y...
- Entiendo
- No, no lo entiendes, porque aún no lo he escrito... Es justamente así cómo funciona, simplemente te conviertes en esclavo de la pluma para comprenderlo. Tal vez un día tú también te canses de no encontrar bajo la tinta de otras venas el latido completo y entonces busques ese punto y aparte que echabas de menos, esa palabra  perfecta que lo defina, que complete el puzle para ver la foto, ese sonido que al trazarlo te haga comprender por qué uno comienza a escribir... Al fin y al cabo, todos queremos dejar de anhelar ese sentimiento que susurra absoluta comprensión y que, aún desconozco el por qué, creemos haber tenido alguna vez...