A veces lo más sano es dejar que el cuerpo se inunde de mentiras, que al saborearlas desborden los sentidos de un agrio que crea adicción. Sin embargo, mentiras que no pudren, llenan cada resquicio de mi mente con olor a fresa y mango. Cierro los ojos, me concentro y lo voy sintiendo, se radia, comienza en el pecho y se va extendiendo, desciende por las piernas, mientras rodea mi cuello... y hasta las yemas de los dedos... Es ese "don't worry, be happy now!" de Bobby Mcferrin, es ese "everything is gonna be allright" de Bob Marley.... no es más que un poco de ese swing de batería, es dulce, muy dulce... Poco a poco, pero de golpe, siento cómo mis labios se curvan... Sonrío, es inevitable, no importa nada más. Comienzo a creer que existe la magia, la habitación se va llenando de un humo que invita inevitablemente a la imaginación... Dejo que la entropía termine este juego, dejo que mi cuerpo se mueva al son del viento, que de vueltas, que sienta, no es ningún pecado, me dejo al delirio de sus manos...
No estoy, mi cuerpo fluye, se pierde, pero nunca está en blanco la mente, siempre redondeando, está claro, es simplemente complicado, aunque sencillo si lo has experimentado. Todo es y no es, obviamente... Como si me leyese la mente... Me interrumpe. Suave, muy suave... Vuelven a ascender las yemas de sus dedos, lento, muy lento, se van fundiendo con mi piel, son una sola materia que derrite mi hiel. Indefinible, casi perfecta. Voy a sentarme a ver cómo funciona... mezcla de curiosidad y saber disfrutar... dejar que las oleadas de frío y ardor me hundan en confusión mientras siento que no puedo contener más la risa y me río y lo disfruto, no lo evito... pero tampoco lo olvido.
Controlar el fluir.