lunes, 10 de diciembre de 2012

Controlar el fluir


A veces lo más sano es dejar que el cuerpo se inunde de mentiras, que al saborearlas desborden los sentidos de un agrio que crea adicción. Sin embargo, mentiras que no pudren, llenan cada resquicio de mi mente con olor a fresa y mango. Cierro los ojos, me concentro y lo voy sintiendo, se radia, comienza en el pecho y se va extendiendo, desciende por las piernas, mientras rodea mi cuello... y hasta las yemas de los dedos... Es ese "don't worry, be happy now!" de Bobby Mcferrin, es ese "everything is gonna be allright" de Bob Marley.... no es más que un poco de ese swing de batería, es dulce, muy dulce... Poco a poco, pero de golpe, siento cómo mis labios se curvan... Sonrío, es inevitable, no importa nada más. Comienzo a creer que existe la magia, la habitación se va llenando de un humo que invita inevitablemente a la imaginación... Dejo que la entropía termine este juego, dejo que mi cuerpo se  mueva al son del viento, que de vueltas, que sienta, no es ningún pecado, me dejo al delirio de sus manos...

No estoy, mi cuerpo fluye, se pierde, pero nunca está en blanco la mente, siempre redondeando, está claro, es simplemente complicado, aunque sencillo si lo has experimentado. Todo es y no es, obviamente... Como si me leyese la mente... Me interrumpe. Suave, muy suave... Vuelven a ascender las yemas de sus dedos, lento, muy lento, se van fundiendo con mi piel, son una sola materia que derrite mi hiel. Indefinible, casi perfecta. Voy a sentarme a ver cómo funciona... mezcla de curiosidad y saber disfrutar... dejar que las oleadas de frío y ardor me hundan en confusión mientras siento que no puedo contener más la risa y me río y lo disfruto, no lo evito... pero tampoco lo olvido.

Controlar el fluir.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Justicia poética.

Me escapé de entre tus sábanas y quise volar, volar como si no hubiese sentido la libertad del viento acariciándome el rostro jamás... o eso pensé. Aparté mis ojos de tu piel y no quise volver la mirada, por si al girarme caía en picado desde tan alto que mis alas se quebrasen irreparablemente. O peor aún, por si el clavar de mi pupila en tus ojos me arrastrase, sin más razón que el impulso de un corazón que delira, al cerrar de mis alas porque sí, porque quiero, abandonándome a la suerte de una gravedad casi psicópata.

Pero habría sido injusto... la caída no debía sorprenderme tan evidente. Sin embargo, había que estar ciego para no verlo venir, sordo para no escuchar el murmullo del Kaos aproximándose a mi espalda, traicioneramente sincero, susurrando... Pero quise cerrar mis ojos y taponar mis oídos. ¿De veras creía que podría esquivarlo eternamente? Sin duda alguna sí. Pensé que podría ser capaz de correr y girar y saltar y reír, capaz de escapar dando vueltas en este laberinto de setos con complejo de edificios, capaz de mirarte a los ojos y ser agena a la profundidad del latido que aún me provocas... No lo sabía.

Hoy lo sé y puedo saborear el ácido corriendo por mis venas, abrasando cada milímetro de mis entrañas, puedo adivinar la necrosis de mis células, incluso, me atrevería a decir que ese hormigueo que me recorre de pies a cabeza, ascendente, no es más que la congelación de un alma que marchita tras exhalar su último suspiro, implorando sentir. ¿Sentir? Bien. Sonrío, es lo justo. Juraría que si fuese capaz, lloraría de felicidad. Poética, poética justicia poética.